sábado, 10 de noviembre de 2012

La calma

Si puedes conservar la calma
cuando a tu alrededor todos
pierden la suya y te inculpan;
Si puedes confiar en ti
cuando todos los hombres de ti dudan,
y ser, no obstante, indulgente con sus dudas.
Si puedes esperar y no desalentarte en la espera
y, siendo tú engañado
no transigir con la mentira,
y siendo tú odiado,
no dar lugar a más odio,
y puedes, aun así, no demostrar más bondad de la que sientes,
ni hablar con demasiada sabiduría...
Si puedes soñar
y no hacerte esclavo de tu sueño.
Si puedes pensar
sin convertir tus pensamientos en designios.
Si puedes enfrentarte con el triunfo y el fracaso
y tratar a estos dos impostores de igual maneras
Si puedes soportar el escuchar la verdad por ti expuesta
falseada por bribones y transformada en trampa para necios,
y contemplar destrozadas las cosas a las que habías dedicado tu vida
y agacharte y reconstruirlas con las herramientas desgastadas...
Si puedes acumular tus aciertos
y arriesgarlo todo de una vez a una sola carta,
y perder, y comenzar de nuevo desde el principio
sin dedicarte a lamentar tu pérdida.
Si puedes dialogar con muchedumbres
o caminar junto a reyes
y conservar tus virtudes y tus rasgos.
Si ni enemigos ni amigos entrañables
pueden herirte
Si todo hombre confia en ti
pero ninguno en demasía.
Si puedes emplear el inexorable minuto
con el valor de sesenta segundos de distancia recorrida.
Tuya es la Tierra y todo lo que en ella habita,
y lo que es más aún,
serás un Hombre,
¡Hijo mío!
                                                                  (Rudyard Kipling)

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